lunes, 18 de julio de 2011

Extraños casos sexuales

Este libro contiene los casos sexuales más extraños que el autor ha conocido. Lo extraño o poco común de ellos radica en la manera o forma necesarias para obtener el placer sexual. Sin embargo, es probable que algún lector haya oído de casos más raros que los referidos aquí; y es así, porque no son estos los más extraños casos sexuales, sino que lo son entre los que han llegado a conocimiento del autor, bien en su práctica profesional, o referidos por otros psiquiatras; o bien de manera personal, por confidencias, ya que es frecuente que individuos se acerquen al psiquiatra y le comuniquen sobre comportamientos que consideren llamativos, ya sea de ellos mismos o de otros. Y decimos que es probable que algún lector sepa de casos más raros, porque cualquier persona, por común y corriente que parezca, puede ser, en sí, uno de esos casos raros. Sólo tenemos que pensar que por lo general nadie conoce la intimidad sexual de sus más ceercanos familiares, cómo son en esos momentos, cómo se comportan, qué hacen para lograr su placer. Y de esa manera, es probable que el más raro de todos los casos sea el de quien más cerca esté de nosotros, y de quien nada sabemos en la esfera de su propia intimidad.


Hacemos la presentación de este libro con el interés de contribuir al conocimiento de algo tan humano como lo es su tema central.




Diferencias entre el hombre y la mujer


Lograr el placer no es igual para el hombre y la mujer. Quizás la diferencia básica resida en la facilidad con la cual el hombre lo consigue, y la dificultad que enfrenta la mujer para lograrlo. Esto se pone de manifiesto con sólo ir a una librería y detenerse en el departamento de sexualidad humana. Ahí se verán libros con títulos parecidos a Cómo lograr el orgasmo, El camino al orgasmo, Qué hacer para llegar al orgasmo, todos ellos dirigidos a la mujer. En cambio, no se verá ningún libro dirigido al hombre que tenga como título algo así sobre Cómo eyacular, Qué usted debe hacer para eyacular, y si en tal caso existiera un libro que tratara el tema, su título sería más bien sobre Qué hacer para no eyacular. Sólo hay que recordar que algunas filosofías intentan que el hombre consiga el control eyaculatorio, que no eyacule, bajo premisas hipotéticas de gasto energético. Y aunque eyacular podría no ser sinónimo de orgasmo masculino, sí lo es para fines prácticos, y constituye la evidencia para la otra persona que se llegó a él. Y la diferencia se pone también de manifiesto en que la sexología diagnostica y trata la condición conocida como Eyaculación Precoz, en tanto que no reconoce como su igual la que sería su contraparte femenina u Orgasmo Precoz o Prematuro. Y es que la trascendencia de una no es la de la otra: la primera deja, por lo general, el sabor amargo de la insatisfacción a cada miembro de la pareja, mientras que la segunda puede dejar a ambos satisfechos, y sobretodo, inmprime en el hombre una cierta sensación de orgullo.


Probables causas de esas diferencias


Esa facilidad con la que el hombre alcanza su eyaculación, y esa dificultad que tiene la mujer para lograr su orgasmo, parecen encontrar su razón de ser en el papel que ambas funciones o reacciones juegan en la reproducción de la especie. La reproducción se consigue a través de la fecundación, hecho que ocurre cuando el espermatozoide penetra en el interior del óvulo; para que haya espermatozoide el hombre debe eyacular, mientras para que haya óvulo no es necesario que la mujer tenga orgasmo. La ovulación es un fenómeno cíclico que se presenta, en condiciones normales, cada mes durante el ciclo reproductivo de la mujer, que se extiende desde su primera menstruación o menarquia, hasta su última menstruación o menopausia. Y la ovulación sucede fuera del conocimiento de la mujer, sin intervenir en ello para nada su control consciente o el ejeercicio de su voluntad, y mucho menos el placer experimentado al momento de una relación sexual. En cambio, la eyaculación, vía de expulsión de los espermatozoides, requiere que el hombre experimente, en ese momento, la sensación del placer. Entonces, desde esta perspectiva reproductiva, el orgasmo masculino con su eyaculación es una necesidad, en tanto que el orgasmo femenino es una especie de lujo: del segundo se puede prescindir, del primero, no. En términos de impuestos fiscales, la eyaculación es un aartículo de primera necesidad, por lo que su carga impositiva sería mínima, mientras que el orgasmo femenino no es de primera necesidad, por lo que su carga impositiva sería mayor. Esto se pone de relieve hasta en las técnicas utilizadas para la fertilización in vitro o fecundación en laboratorio, en las que el óvulo se obtiene sin mediación alguna del placer en tanto que para obtener los espermatozoides es necesario que el hombre se masturbe, a menos que no se emplee otro procedimiento. Es por esa razón primordial por la que se eyacula con tanta facilidad, mientras que lo mismo no ocurre con el orgasmo femenino. Y esta diferencia permite comprender otra diferencia fundamental entre el hombre y la mujer: la búsqueda del sexo. Y esto puede expresarse en estos términos o en términos parecidos: como el hombre siempre se satisface, siempre quiere sexo (y lo busca), y como la mujer no siempre se satisface, no siempre quiere sexo. Por eso es que es tan difícil encontrar un hombre que renuncie al sexo, y en cambio no es raro encontrar una mujer que haya renunciado al mismo, temporal o definitivamente, bien por presiones personales, familiares, sociales o de otra índole.


El razonamiento anterior permite, por igual, comprender el por qué las desviaciones sexuales son más frecuentes en el hombre, y algunas casi exclusivas del varón. Y es que el hombre no sólo encuentra siempre su placer, sino que lo encuentra siempre, indepenndientemente de cuál sea el sujeto u objeto que se lo proporcione. Y ese objeto o sujeto puede ser una mujer, un animal, un cadáver, un vegetal, una fruta, el tallo o tronco de determinada planta, un hoyo en la tierra o en una pared, u otro hombre. Y aunque en estas condiciones no hay posibilidad de reproducción, el principio que las rige es el mismo: la obtención del placer. Y es que, en última instancia, eyacular es una respuesta genéticamente programada, y ésa es su fuerza; el orgasmo femenino, aaunque con base genética, no tiene la fuerza y penetrancia de la eyaculación, y en consecuencia, requiere en gran medida del estudio, la enseñanza, el aprendizaje.


Una posibilidad futura de cambio


Todo lo expresado mantendrá su validez hasta que se imponga la clonación como forma de reproducción humana. Porque entonces la reproducción será asexuada, y la única célula germinal que importará será el óvulo. Insertado en él una célula somática de la persona a clonar, así se reproducirá. Será el fin de una larga era y el inicio de otra nuva. Y le diremos adiós a los espermatozoides...

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