domingo, 12 de febrero de 2012

Parejas ¿muy parejas?

En ocasiones, parejas llegan a desarrollar, y consolidar, formas sexuales peculiares, tanto en la frecuencia como en las maneras y lugares utilizados para ambos obtener su gratificación. Con el paso del tiempo, resulta difícil establecer cómo empezó todo, de quién fue inicialmente la sugerencia, o si surgió espontáneamente, al calor de un momento pasional determinado. Pero sea cual fuere su origen, llega un momento en que ya no conciben el sexo sin esa peculiaridad.

Caso No. 19

Una pareja de esposos, con más de 20 años de casados, dos hijos, profesional universitario él, y ella nivel de bachillerato. Siempre que están dentro de la casa andan desnudos. Los hijos, al parecer por simple costumbre, lo refieren con sencilla naturalidad. Por andar así, nunca han podido tener trabajadora doméstica, y las que han empezado no han durado más de dos o tres días. Estar desnudos les permite tener sexo cuando sientan el deseo o el impulso a tenerlo (siempre que los hijos no estén en la casa), sin perder el tiempo que, según ellos, se pierde quitándose la ropa. Y además, pueden hacerlo en cualquier rincón, en cualquier escondrijo, y jugar, como lo hacen, a las escondidas. En ese juego de escondites, el preferido es detrás de la nevera, con toda la incomodidad que eso representa pues hay que moverla para poderse esconder ahí. Generalmente, ella se esconde y él la descubre. Descubrirla enciende la chispa, y entonces ahí mismo, detrás de la nevera, de pie y ella contra la pared, tienen sexo. Ambos son de gran masa corporal, por lo que hay un ingrediente más de dificultad para hacer eso que ellos hacen en ese lugar. Pero además, esta pareja ha ido a todos los moteles cercanos a su ciudad, y a otros más; y entran a uno sin proponérselo previamente, sino obedeciendo a un impulso momentáneo, mutuamente compartido. Cuando van camino al motel, expresan el miedo de que los vean, de que los vean entrar, y ese miedo, también compartido, es estímulo de primer orden para disfrutar el placer que se avecina. Aparte de eso, con frecuencia despiertan a cualquier hora, de la noche o la madrugada, para irse al río, porque uno de sus grandes placeres es hacerlo en el río, y es porque ahí hay otro juego con otro miedo: el temor de que una jaiba le muerda el miembro; y entonces, antes de que eso ocurra, tienen que acoplarse para así quedar a salvo, ya protegido dentro de ése, su natural escondite. También esta pareja va con frecuencia a prostíbulos, bares y otros lugares parecidos, no sólo en el lugar donde viven sino en cualquier otro pueblo del país.

Comentario

Esta pareja ve el sexo como un acto de completa libertad, reflejado en el hecho de andar desnudos por la casa. Pero dentro de esa total libertad, necesitan de un ingrediente para el máximo disfrute: el temor, el temor que los vean entrar a cualquier motel (un temor racional), y el temor de que a él una jaiba le muerda o le pique en su miembro (un temor relativamente irracional) Y además, para ellos el sexo es una actividad lúdica, y un tanto infantil y hasta pueril, pues ocurre dentro del marco de un juego propio de los años de la infancia, como lo es el juego de las escondidas. Otra característica de esa pareja es el cambio constante de escenario, (que también incluye uno natural como lo es un río), lo que se inscribe dentro de la vertiente lúdica con la que viven su vida sexual.

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