viernes, 11 de noviembre de 2011

Sólo la prenda de tus prendas. Caso No. 18

Es un profesional universitario, de alto nivel socio económico, casado desde hace unos 25 años, tres hijos, cuya principal fuente de gratificación sexual son las prendas más íntimas de las prostitutas. Para conseguirlas, su terreno preferido es la Avenida Duarte, en horas de la noche, cuando un tramo de ella se llena de estas mujeres. Desde su automóvil observa, y cuando cree haber encontrado la ideal para esa noche, se detiene y la aborda. Hace el acuerdo, y la lleva a un lugar lejos de ahí. Entonces, ya estacionado, saca una pequeña funda, y de ella su contenido que muestra a la mujer: dos bragas de buena marca. Y le dice que no quiere tener sexo, que lo que quiere es cambiarle la suya por esas dos. Pero antes de proceder a la transacción, hace siempre esta pregunta: "¿desde cuándo lo tienes puesto?" (Esta pregunta es así porque aquí las bragas popularmente se conocen como pantis) Y la respuesta que da la mujer es lo que inicia el proceso de excitación sexual, que será mayor mientras más horas le diga ella que la lleva sin habérsela quitado. Entonces, ahí mismo, se despoja ella de la suya y se procede al cambio. Le paga su servicio, generalmente más de lo que habían acordado, y la regresa al mismo lugar donde la encontró.

Ahora se dirige a su casa, pero todo el trayecto va oliendo aquella prenda, y cada vez que realiza una inhalación profunda se dice en voz baja:"¡Huele a rosas¡". Llega a su casa con ella en un bolsillo, va hacia el baño, cierra la puerta, y empieza a bañarse. Para esto, convierte la braga en un sombrero, y la pone como tal en su cabeza; y luego, la envuelve y toma en sus manos para con ella untarse el jabón y estregarse como si fuese una esponja. Y en esa acción, toma con ella su miembro y se masturba. Cuando ha terminado, la introduce dentro de la misma pequeña funda que llevó las dos que le dio a la mujer, la guarda bien, hasta tener la oportunidad de botarla a un zafacón, sin que nadie lo vea. Y luego, a su vida normal de esposo y padre, a la institución pública donde labora, y al consultorio que tiene para el ejercicio privado de su carrera como reconocido profesional.

Comentario

Este caso, tan lejano social, económica, cultural, y académicamente, y hasta en edad y condición civil al No. 17, comparte con aquel una misma atracción preferencial: haber convertido las bragas en objeto de idolatría sexual. Pero su particularidad es que sigue una especie de ritual, porque cada vez que hace lo que hace, da los mismos pasos, la misma secuencia, cumpliendo un programa preestablecido por él mismo. Y esto lo sitúa en el terreno de los rituales obsesivos-compulsivos. Y como se ve, no utiliza la mujer para lo que se supone debía utilizarla, sino que sólo hace un trueque con ella, y además le paga, culminando así una operación estrictamente comercial.

Para él, como para el anterior, sólo importa la prenda más íntima de la mujer, no la mujer.

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